La actual magistrada del Tribunal Constitucional fue elegida para ocupar el sillón 17 de la institución. Su nombramiento, el rol del organismo y los principios que han marcado su vida, en la siguiente entrevista.
La ministra del Tribunal Constitucional (TC) y académica de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Marisol Peña Torres, ha sido nombrada recientemente miembro de Número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.
“Me sentí sorprendida con el reconocimiento”, señaló a El Mercurio Legal. Es que la académica tiene muy presente dos enseñanzas que dejó en ella su formador, el jurista Alejandro Silva Bascuñán: primero, nunca perder la humildad, “los más grandes son los más humildes”, y segundo, tener conciencia de que sabemos solo el pálido reflejo de lo que aún podemos saber. “Es una tremenda confianza depositada en mí”, explicó.
También recuerda con admiración a la primera ministra de Estado tanto en nuestro país como en Latinoamérica y que hasta el 2015 pertenecía al Instituto de Chile en el sillón que ella ocupará: Adriana Olguín de Baltra, sobre la cual afirma que «abrió caminos a las mujeres en la cosa pública y aportó mucho en el mundo de las ideas, demostrando que las mujeres, sin perder nuestro estilo femenino, que es muy importante, podemos decir cosas sustantivas e influyentes en la política o en las líneas de acción de un país”. Y, aunque explica que aún no ha escogido el tema de su discurso de incorporación, dice que no puede restarse de dedicarle palabras a su predecesora en el lugar.
La Academia
“Siempre he pensado que la Academia está llamada a influir profundamente en la educación chilena” y, de este modo, la institución puede participar en el desarrollo de la sociedad. Esa participación sería importante toda vez que “ha llevado una especie de pulso, de diagnóstico, de lo que ha sido la evolución de Chile”, comenta.
Frente a la interrogante de por qué este organismo tiene una contribución más bien silenciosa en la vida del país, la ministra —que finaliza su participación en el TC a mediados del próximo año— aclara con dos consideraciones: el mundo de las ideas es menos visible que otros mundos, como la política o el financiero, y el apoyo de las universidades es bastante pequeña, siendo que la Academia puede aportar enormemente en los grandes debates en que ellas están participando.
La presencia de mujeres
La profesora de Derecho Constitucional y Derecho Internacional Público explica que ha sido una tendencia natural la presencia mayoritaria de varones: “El Instituto era un ambiente donde quienes podían dedicarse a las ideas, era quienes no estaban dedicados prioritariamente a la responsabilidad del hogar”. Sin embargo, “el hecho de que seamos tres mujeres habla de un cambio significativo”.
Patricia Matte y Lucía Santa Cruz la acompañarán. De ambas, la ministra tiene sentimientos de gran admiración. Reconoce que las tres vienen de mundos esencialmente machistas: el empresarial, el de la historia y la judicatura. “Cuando a las mujeres se nos abren estas puertas, lo que uno jamás debe tranzar es el rigor a toda prueba (…) Hemos pasado por pruebas muy duras y hemos saltado obstáculos muy difíciles, sin embargo, tratamos de no caer en el camino fácil, el de la superficialidad o la trivialidad”, confiesa.
Es que el exitoso camino que la ha llevado a ser considerada entre los 36 intelectuales destacados en la Academia nacional, ha estado marcado “por ser muy joven y ser mujer”. Fue abogada a los 22 años, la segunda autoridad del Instituto de Ciencia Política de la U. de Chile, a los 25 años, e ingresó al Tribunal Constitucional, por nombramiento de la Corte Suprema, con solo 47 años.
“El costo personal —señala— es enorme, por ejemplo, con mis hijos”. No obstante, el sacrificio tiene un lado amable, asegurando que siempre ha sentido el cariño de sus alumnos, muchas generaciones que ha formado en sus tres décadas de vida académica. “He procurado enfocar mi tarea educadora como una tarea formativa”, explica.
“Tú lo puedes lograr”
Hay principios marcados indeleblemente en la trayectoria de la abogada. Dos de ellos son considerados su filosofía de vida: “Aportar rigurosamente desde la academia, pero sin mayores aspavientos, es decir, que el trabajo hable por sí mismo y tener la conciencia de que el campo de la ciencia es inconmensurable”.
“Lo importante —concluye— es creer en nuestras capacidades, reafirmar diariamente nuestra vocación y no dormirse jamás en los laureles. Todo lo que sé hoy, es poco comparado con lo que podría llegar a saber”.
Finalmente, cuando es invitada entregar un consejo a jóvenes profesionales, responde sin dudar y de prisa, tener siempre presente la idea de que “tú lo puedes lograr”.
Fuente: El Mercurio Legal, martes 14 de noviembre de 2017