Un reciente artículo del “Wall Street Journal” se preguntaba si el género “largometraje” definitivamente ha desaparecido de nuestra cultura popular. ¿Cuál es la diferencia entre “House of Cards” y “All the President’s Men”? ¿La longitud?
Un reciente artículo del “Wall Street Journal” se preguntaba si el género “largometraje” definitivamente ha desaparecido de nuestra cultura popular. ¿Cuál es la diferencia entre “House of Cards” y “All the President’s Men”? ¿La longitud? Marvel ha cambiado todo esto, con sus secuelas sobre el “Hombre Araña” o el “Capitán América”, ejemplos de largometrajes seguidos de una serie interminable de capítulos. ¿Serán los costos de producción, que solo se justifican en obras de gran envergadura que no están destinadas a ser vistas en la pantalla de la TV? Parece que “Game of Thrones” cambió eso al invertir US$100 MM en siete episodios. Como sea, resulta íntimamente satisfactorio encontrarnos con una película de duración limitada, filmada en (valga la redundancia) “film”, no en video, que hace uso completo de la gran pantalla y la calidad del sonido moderno. Es decir, un auténtico “largometraje”, que además ha tenido un razonable éxito de taquilla (claro que la mitad que el último episodio de “Spiderman”).
Estamos junto al soldado raso Tommy (Fionn Whitehead), quien recorre junto a varios compañeros las calles vacías del puerto de Dunkerque, mientras a su alrededor llueven hojas impresas que con gran economía narrativa alemana le señalan que está condenado a ser atrapado o morir a las manos del enemigo que lo rodea. Tommy sobrevive lo suficiente para llegar a la playa donde cientos de miles esperan la evacuación. Con la ayuda del soldado Gibson (Aneurin Barnard), toman un moribundo desconocido que yace en una camilla e intentan sumarse a quienes evacuan a los heridos para lograr salir en un barco próximo a zarpar hacia Inglaterra. Mientras la película narra las angustias de la tropa de tierra durante la semana que esperan su evacuación, Nolan se centra en el día en que Mr. Dawson (un magnífico Mark Rylance), junto a su hijo adolescente Peter (Tom Glynn-Carney) y su amigo George (Barry Keoghan), cruzan el Canal de la Mancha en su pequeña embarcación junto a otras 800, para rescatar la tropa y traerla de regreso a Inglaterra. Simultáneamente a todo lo anterior, seguimos los esfuerzos de los pilotos Collins (Jack Lowden) y Farrier (Tom Hardy) por dar cobertura aérea a todo este esfuerzo de evacuación con solo una hora de combustible en sus estanques.
Si el párrafo anterior le resulta confuso al lector, apreciará entonces el talento del director Nolan, quien logra mantener los tiempos narrativos perfectamente alineados. El tema de la manipulación del tiempo es uno de sus favoritos, piensen “Interstellar” y “Origen”. Pero mientras esas películas tenían una duración bien en exceso de dos horas, con un tiempo de narración expositiva eterno, esta se logra mantener en unos satisfactorios 106 minutos, durante los cuales la economía de diálogo por momentos la asemeja al cine mudo. La ausencia de diálogo es sustituida por un impecable uso del idioma visual (magníficas tomas de persecuciones aéreas, de tropas evacuando en la playa, de embarcaciones cruzando el Canal), y la música de Hans Zimmer agrega el elemento de tensión que nos mantiene concentrados en la pantalla.
“Dunkerque” es una obra completa y comprensiva, no obstante su compacta duración, que logra reproducir el ambiente infernal y oscuro de la guerra. Aquí no hay espacio para desarrollo de personajes, no hay espacio para los protagonistas históricos (ni Churchill, ni Hitler, ni siquiera un soldado alemán aparecen). Todo el esfuerzo está en llevarnos a sentir la guerra. Su irracionalidad, nuestra fragilidad y el esfuerzo de la especie humana por sobrevivir a todo ello.