No es exclusivo para quienes pertenecen al mundo legal, pero el programa Jaws permite a abogados y estudiantes de Derecho con discapacidad visual navegar en internet, escribir informes y redactar fallos. Ha sido descrito como “volver a ver”.
A pesar de que el costo se reduce según la cantidad de hojas, sigue siendo extremadamente caro si se piensa en la magnitud del Código del Trabajo u otro libro que pudiese necesitar un estudiante de leyes o abogado.
¿Cómo estudian Derecho —u otra carrera— las personas con discapacidad visual?
Job Access With Speech (Jaws) es un software para computadores que, según Álvaro Romero, no vidente y profesor de computación en la Corporación para Ciegos, llegó en 1995 a Chile, pero comenzó a masificarse en 1998.
Explica que es un programa que lee lo que va mostrando la pantalla. “Es como que estés viendo: abres el computador y automáticamente comienza a indicarte qué cosas aparecen en el visor; si quieres abrir el correo, o una página de internet”, dice.
Acosta, de Braille Chile, comenta que en 2008 comenzó a traer el programa y que, actualmente, sus principales clientes son empresas, instituciones del gobierno y universidades. “Son pocos los particulares que pueden comprarlo directamente porque es muy caro”. En efecto, el precio de Jaws hoy alcanza unos US$2.300 ($1.500.000 pesos chilenos).
Darío Alfaro pudo ver la pizarra, a sus compañeros y leer libros hasta que tenía 15 años. “Iba en primer año medio del internado cuando me descubrieron un cáncer cerebral. Uno de los tumores me estranguló ambos nervios ópticos”, cuenta.
Seis meses después de su radioterapia, cuando estaba más estable, comenzó a preocuparse de su visión. Aprendió a leer y a escribir en braille y también le entregaron algunas herramientas para la vida cotidiana en la Escuela de Ciegos Santa Lucía.
En ese lugar, le enseñaron computación y conoció el programa que le permitiría estudiar, escribir su tesis y preparase para el examen de grado que pretende dar en abril. “El problema es que aprendí a usarlo, pero nunca más lo utilicé porque no tenía computador en mi casa. Cuando llegué a la universidad no sabía cómo ocuparlo”, dice.
Fue una compañera de tercer año quien le enseñó prácticamente de nuevo cómo se usaba el software. “Uno tiene que aprender primero la dactilografía y aprender de memoria el teclado. Luego puedes aprender ciertos comandos para que el lector de pantalla te vaya hablando según lo que quieras hacer”, explica.
Alfaro entró a estudiar Derecho a la Universidad de Chile en 2010. En ese entonces, la universidad no contaba con 8 computadores dispuestos para alumnos ciegos, con un centro de almacenamiento que contiene los documentos básicos que necesitaría un estudiante que ingrese a la carrera, ni habían sido capacitados los profesores para dictar clases a estudiantes ciegos.
Todo eso pasaría después, cuando él junto a cinco compañeros más con discapacidad visual, se organizaron y mandaron una carta al decano exigiendo que mejoraran las condiciones de estudio. El decano respondió con urgencia esa carta y los llamó a una reunión. Ahí les diría que iba a ser un proceso lento, debido a la inversión que significaba, pero que habían escuchado sus demandas.
Según el mismo Alfaro, la situación en la universidad ha cambiado —y mejorado— muchísimo desde entonces. Eso sí, uno de los problemas que aún aqueja a los estudiantes tiene que ver con el tipo de impresión de los papers y textos que se les asignan. Jaws sólo puede leer archivos en formato Word y la gran mayoría de los documentos son fotocopias de libros en formato PDF.
“Eso es algo en lo que falta avanzar. Pero tenemos un centro de almacenamiento en la biblioteca, donde hemos ido guardando todos los textos que nosotros hemos transformado a Word, a lo largo de la carrera”, dice el egresado.
Alvaro Romero, profesor de computación de la Corporación Para Ciegos, comenta que el tema de las imágenes en la web es una de las principales limitaciones para las personas con discapacidad visual. “La descripción de las fotos es algo que el software aún no tiene incorporado y que sería de gran ayuda para poder entender la totalidad del contenido disponible en internet”, dice.
Actualmente, prosigue, aplicaciones como Google Lens se presentan como una alternativa. La app describe lo que aparece en una imagen y sirve no sólo para gente ciega, pues también puntualiza detalles como, por ejemplo, la especie de una planta que aparece en una fotografía.
“De a poco la tecnología ha ido avanzando. Jaws vino a entregar varias oportunidades, porque fue el primer software que contaba con una plataforma ágil. Antes hubo otros como Habla, Parla, pero que no eran compatibles con Windows y cuyas interfaces no funcionaban tan bien”, explica.
Alberto Veloso es abogado de la Tesorería General de la República. Además es ciego. Entró a estudiar Derecho en la Universidad de Chile en 1989 y en 1995 se tituló como abogado. Vivió el ascenso de la tecnología digital para personas con discapacidad visual y asegura que gracias a ella puede ejercer su profesión como cualquier otro abogado.
Pero antes, mientras era estudiante y no existían todos esos programas, tuvo que ingeniárselas para sacar adelante la carrera.
Se enteró a los 15 años de que perdería la vista debido a una enfermedad genética llamada retinosis, que produce que los vasos sanguíneos que transportan la sangre hasta la retina, se obstruyan hasta convertirla en un órgano prácticamente inerte.
El sistema que adoptó fue grabar a sus profesores. Grababa las clases y luego pasaba las tardes en la Corporación Para Ciegos resumiendo las lecciones en un cassette diferente. “Eso generaba un montón de pega, pero me fue muy útil porque una clase de una hora la resumía en 20 minutos. Era muy eficiente”, cuenta Veloso.
Cuando le tocó hacer la práctica, ocupaba una máquina de escribir y además contrató una secretaria a quien le pagaba con los ahorros que había juntado de sus becas. Así pudo desempeñar las tareas propias de un practicante. Una vez que comenzó a trabajar conoció un método que, dice, “le cambió la vida”.
“Aprendí un sistema bastante rudimentario, pero un lujo para la época, que nos permitió a los ciegos acercarnos a la computación. El software se llamaba “Habla”. Con eso yo ya podía trabajar de manera autónoma, y aún no existía la posibilidad de trabajar con Windows ni navegar en internet, pero sí podía hacer mis escritos”, cuenta Veloso.
Más tarde sí podría navegar en internet. Según Álvaro Romero, la principal diferencia del Jaws con los programas anteriores radica en que éste tiene comandos muy precisos para ubicar elementos dentro de las páginas web, “por ejemplo para ubicar enlaces visitados, hacer revisiones, ingresar formularios”.
Alberto Veloso concuerda. “Hago todo: leo y respondo los correos, organizo las causas, hago mis escritos, redacto mis fallos, las sentencias, hago informes que me piden mis jefes, uso Excel, estudio. Todo”.
A pesar de ser entrevistados por separado, Romero, Álfaro y Veloso repitieron la misma frase para describir qué sintieron cuando conocieron y aprendieron a usar el software: “Fue como volver a ver”.
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