Articulos / Revista

Abogado ilustre
Julio Durán Neumann

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16 de septiembre 2019

Bastaría mencionar su nombre para recordar a aquel abogado y político radical, con su sonrisa fácil, de gesto imponente, de oratoria de bronce, sólida y privilegiada. De los nombres censados para esta columna, la vida político partidaria no ha estado ausente cuando se ha sopesado quiénes han transitado por el foro parlamentario como genuinos servidores públicos. Hoy canalizamos este homenaje a un abogado que demuestra cómo el ejercicio de la profesión se puede enseñorear en una vocación de servicio escalonada desde el laurel estudiantil, impulsando su vida humanista hasta aspirar a la más alta magistratura del país, enfrentado a la posibilidad de construir caminos hacia una sociedad más justa, sustentada en la ética y el pluralismo. El escenario que precede a nuestro tiempo nos remonta a un país dividido por las ansias vociferadas que soñaban con una transformación social y un proceso de reforma estructural a las instituciones. Hijo del diputado radical Domingo Durán Morales y de Julia Neumann Aravena, con antepasados que colonizaron la zona de Cautín, Julio Durán Neumann nació el 20 de marzo de 1918 e hizo sus estudios en el Instituto Nacional y luego en la Universidad de Chile, siendo vicepresidente de la Fech como miembro activo de la Juventud Radical. Se recibió de abogado en 1942, con una interesante memoria en que expuso el principio rector de la “Universalidad de las Quiebras”. Ejerció en Santiago y en Temuco, dedicándose más tarde a labores empresariales y agrícolas. Pero sin duda el eje de su actividad estuvo definida por su labor parlamentaria en el Partido Radical, a la que se Julio Durán Neumann dedicó como diputado desde 1945 a 1957 en lo que hoy sería la Novena Región. Integró la Comisión de Legislación y Justicia, Agricultura y Colonización, y también se desempeñó como consejero del Banco Central. Alcanzó el Senado en 1957, Cámara en la que trabajó hasta 1973 en representación de las provincias de Biobío, Malleco y Cautín, destacando por su preocupación en materias de derecho de propiedad, producción agrícola y adelanto en la legislación municipal. En 1964 fue proclamado abanderado para la Presidencia por el Frente Democrático, candidatura que integraba además a los partidos Conservador y Liberal y parte de los radicales. No obstante, esta perdió fuerza tras los efectos del denominado “Naranjazo” de Curicó, lo que motivó su renuncia. Su labor en el Senado destacó por las modificaciones respecto a la creación de Tribunales Agrarios de Apelación, con motivo de la aplicación de la Ley de Reforma Agraria. Es aquí donde se advierte el aporte de nuestro homenajeado en su lucha por reivindicar la convivencia estable dentro de un orden institucional republicano.
Casado con María Gertrudis Salazar, fue padre de dos hijos. Fue un hermano entrañable, reunido por el imán de una madre de temple fuerte e inquebrantable en la gran casona a los pies del Cerro San Cristóbal. Su hermano, don Domingo Durán, también abogado, fue un destacado hombre público de dilatada trayectoria como dirigente agrícola nacional y parlamentario, pero, más que nada, como un notable conversador y animado polemista en la radio y en la televisión. Julio Durán fue un hombre de coraje y un roble en la profesión. Ello lo llevó a ser elegido como presidente del Consejo General del Colegio de Abogados entre 1976 a 1981, y a luchar por sus prerrogativas e independencia en una época y en una “hora muy delicada” para nuestro gremio, como él mismo lo manifestó públicamente al asumir su cargo. Durante todo ese período y como refuerzo de quienes comenzaban su andadura por la profesión, asistió a la mayoría de las ceremonias de juramento de nuevos abogados como testimonio personal del interés público que lo identificaba, acompañando al Pleno de la Excma. Corte Suprema. Se conmemora así a un abogado cuya condición de letrado encajaba en el campo de la defensa perseverante de sus ideas políticas; esta fue la innegable armadura que le permitió desenvolver su vocación con rigor y pericia. Por encima de las incomprensiones e ingratitudes que tiene la actividad parlamentaria, resulta un ejemplo de quienes no solo litigan con virtuosismo ante un tribunal, sino también de quienes convierten esta profesión en un instrumento al servicio de las más altas responsabilidades de nuestro país. Falleció ejerciendo su profesión en 1990.

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Fuente: Revista